Un nuevo término se ha colado en las conversaciones sobre cripto: Web3 (también conocida como Web 3.0).
Hay quienes ven en esta nueva visión de Internet un mundo de posibilidades para luchar contra el oligopolio de las grandes empresas tecnológicas, y quienes lo ven con escepticismo y piensan que puede favorecer un mayor consumo energético y la ciberdelincuencia.
Si no has profundizado en este concepto nerd, probablemente te surjan muchas preguntas: ¿de dónde viene?, ¿para qué sirve?, ¿cómo puedo acceder? o ¿debería invertir en ello?
Adentrémonos en este novedoso ecosistema.
El término Web3 no es nuevo. Gavin Wood, cofundador de Ethereum y fundador de Polkadot, lo introdujo en 2014 para definir un "ecosistema online descentralizado basado en la blockchain". Sin embargo, no fue hasta 2021 cuando esta idea se generalizó en la comunidad cripto, las empresas tecnológicas y los fondos de inversión.
Para ver qué novedades aportará la Web3 al internet que conocemos, echemos un rápido vistazo a sus dos predecesores.
Se conoce como Web1 al internet que se utilizaba aproximadamente entre 1991 y 2004. Seguro que aún recuerdas ese extraño ruido electrónico al conectarte y las páginas web estáticas, con muy poca interacción con los usuarios. Era un internet descentralizado, desarrollado en software de código abierto. Para tener tu propia plataforma para comunicarte con el mundo tenías que construir tu propio sitio y tener un dominio, pero poca gente tenía los conocimientos necesarios para crear un sitio web, por lo que los lectores superaban con creces a los creadores.
El modelo de la Web2 despegó en 2004 cuando surgieron las redes sociales, los blogs, los wikis y los servicios en red. En estas plataformas, cualquiera puede tener un espacio gratuito para producir contenidos y dar su opinión de forma sencilla, sin tener acceso directo a un servidor ni conocimientos específicos.
Los problemas de este modelo son bien conocidos. A cambio de unos servicios gratuitos, hay que aceptar ciertas condiciones. Al publicar sus contenidos, los creadores ceden los derechos de su obra y los ingresos generados por la plataforma a través de la publicidad. Además, los usuarios se convierten en el producto, ya que el big data generado por su actividad se vende para crear publicidad personalizada.
Unas pocas empresas -Google, Facebook, Twitter, Amazon, etc. - dominan este enorme mercado, convirtiendo el sistema en una oligarquía empresarial que mantiene en vilo a las autoridades antimonopolio.
La Web3 pretende volver al concepto original descentralizado de Internet, en el que los usuarios son dueños de lo que publican. Gracias a la tecnología blockchain, los datos, en lugar de estar concentrados en enormes servidores propiedad de las grandes tecnológicas, se copian en nodos de una red por todo el mundo.
Foto de Markus Spiske para Pexels
En realidad, la Web3 aún está por construir. Desarrollar la infraestructura necesaria para tener plataformas funcionales que se ejecuten en la Web3 podría llevar décadas, aunque algunos proyectos ya están funcionando basados en sus aplicaciones. Algunos ejemplos son Uniswap, un intercambio de criptomonedas descentralizado, y Steemit, una plataforma social y de blogs creada en base a una blockchain.
Web3 utiliza la tecnología y los conceptos del universo criptográfico para crear un nuevo ecosistema:
La Web3 también se suele relacionar con el metaverso, pero ¿realmente van unidos? La verdad es que no. El metaverso es un front-end, la interfaz de un internet inmersivo. Algunas aplicaciones pueden utilizarlo como la forma de interactuar entre los usuarios, pero el metaverso no tiene que formar parte necesariamente de la Web3.
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Los críticos de Web3, como Elon Musk, sostienen que podría llevar a un menor control de los contenidos disponibles en internet y a brechas de seguridad y legalidad.
La infraestructura de internet que utilizamos ahora depende de corporaciones que están bajo el escrutinio de gobiernos y reguladores. En el ecosistema descentralizado de la Web3, no sería tan fácil controlar lo que se publica, lo que podría abrir la puerta a las fake news, la retórica del odio, el acoso y la ciberdelincuencia.
También podría acabar centralizándose de la misma manera que lo ha hecho la minería de Bitcoin (cinco pools minan tres cuartas partes de esta criptodivisa en todo el mundo).
¿Veremos proliferar pronto aplicaciones de la Web3 o quedarán reducidas al nicho de los inversores en criptomonedas? ¿Llegará el día en que sustituyan a los servidores de Facebook, Google o AWS?
Lo más probable es que la Web2 y la Web3 sigan coexistiendo (así como la Web1 en menor medida). La blockchain es una base de datos muy lenta si está completamente descentralizada, por lo que no es conveniente utilizarla para alojar una interfaz. Desde el punto de vista operativo, tiene más sentido que las aplicaciones sigan alojadas en un servidor principal y que solo ciertas partes estén descentralizadas en la blockchain.
Varias empresas están invirtiendo en esta tecnología. Twitter está explorando la posibilidad de añadir algunas características de la Web3 a su plataforma, como los tokens comunitarios o NFT. Así que parece que la idea original de una Web3 descentralizada, abierta y liberal podría diluirse, y acabar siendo sólo un montón de extras añadidos al internet que ahora tenemos.